Martes 01 de Abril de 2025, feria, morado.
Lecturas: Ezequiel 47, 1-9.12 | Sal 45, 2-3.5-6.8-9
Evangelio según San Juan 5, 1-3a.5-18
Después de esto, se celebraba una fiesta de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Junto a la puerta de las Ovejas, en Jerusalén, hay una piscina llamada en hebreo Betsata, que tiene cinco pórticos. Bajo estos pórticos yacía una multitud de enfermos, ciegos, lisiados y paralíticos. Había allí un hombre que estaba enfermo desde hacía treinta y ocho años. Al verlo tendido, y sabiendo que hacía tanto tiempo que estaba así, Jesús le preguntó: «¿Quieres curarte?». Él respondió: «Señor, no tengo a nadie que me sumerja en la piscina cuando el agua comienza a agitarse; mientras yo voy, otro desciende antes». Jesús le dijo: «Levántate, toma tu camilla y camina». En seguida el hombre se curó, tomó su camilla y empezó a caminar.
Era un sábado, y los judíos dijeron entonces al que acababa de ser curado: «Es sábado. No te está permitido llevar tu camilla». Él les respondió: «El que me curó me dijo: “Toma tu camilla y camina”». Ellos le preguntaron: «¿Quién es ese hombre que te dijo: “Toma tu camilla y camina”?». Pero el enfermo lo ignoraba, porque Jesús había desaparecido entre la multitud que estaba allí. Después, Jesús lo encontró en el Templo y le dijo: «Has sido curado; no vuelvas a pecar, de lo contrario te ocurrirán peores cosas todavía». El hombre fue a decir a los judíos que era Jesús el que lo había curado. Ellos atacaban a Jesús, porque hacía esas cosas en sábado. Él les respondió: «Mi Padre trabaja siempre, y yo también trabajo». Pero para los judíos esta era una razón más para matarlo, porque no sólo violaba el sábado, sino que se hacía igual a Dios, llamándolo su propio Padre.
El hecho de Jesús tiene lugar en una piscina. Como en otros casos, el autor del evangelio añade el nombre hebreo o arameo de la piscina, pero esta vez sin dar la traducción. Una multitud de enfermos se congregaba bajo las columnas. El autor detalla las enfermedades que los aquejaban. En general, los discapacitados eran tenidos como impuros por algunos círculos del judaísmo en la época de Jesús. Es probable que el autor, en esta multitud de personas con distintas dolencias, esté representando a todos los que son excluidos y rechazados por la comunidad religiosa, y como tal iban en busca de curaciones milagrosas.
El autor del evangelio indica que el día en que se realizó este milagro era un sábado. Se hace presente un coro que hasta este momento no había aparecido: los judíos. Como todos los que intervienen en esta escena son judíos (también el hombre curado), se puede entender que en este lugar se designa como “judíos” a las autoridades religiosas. Estos “judíos” permanecen indiferentes ante el milagro, pero se dirigen en tono de reproche al que acaba de ser curado para indicarle que al cargar su camilla está violando la Ley: ese es un día sábado, día en que está prohibido todo trabajo (Ex 20,10; 35,2). Este es el único punto por el que ellos muestran interés. ero tanto la acción de Jesús, curando al enfermo en día sábado, como la del hombre curado llevando su camilla no entraban dentro de estas excepciones porque no eran actos para salvar una vida en peligro de muerte.
Se produce un cambio de escenario: ahora Jesús y el hombre curado están en el templo. Es necesario que los personajes se trasladen a este lugar porque, según el Evangelio de Juan, Jesús enseña solamente en la sinagoga y en el templo (ver 18,20). Jesús pronunciará una enseñanza hablando con autoridad divina y se va a revelar como el que ha dado la vida al hombre. Toma entonces la palabra se dirige al hombre ordenándole que no continúe pecando para que no le sucedan cosas peores. Algunos maestros judíos sostenían que cada enfermedad tenía como causa algún pecado, pero el Nuevo Testamento se opone a esta opinión enseñando que el pecado produce la muerte. El lector debe entender que la vida obtenida por el que había estado enfermo es imagen de la vida eterna. Así como la enfermedad lo privaba de su vida temporal, el pecado puede privarlo definitivamente de la vida.
Lo novedoso de la enseñanza de Jesús está en la segunda parte de su afirmación. Después de haber dicho “Mi Padre trabaja siempre”, agrega: “… y yo también trabajo”. Jesús realiza obras (¡da vida!) en sábado porque Dios es Su Padre. Para los judíos, afirmar la igualdad con el Padre constituye una blasfemia, y de acuerdo con la Ley (Lev 24,16), el culpable de este delito debe ser apedreado hasta que muera. La misma situación volverá a presentarse en otro momento, cuando los judíos le dirán: “No queremos apedrearte por ninguna obra buena, sino porque blasfemas, ya que, siendo hombre, te haces Dios” (10,33).
El evangelista toca aquí el punto en el que se separan la comunidad cristiana y la judía: la afirmación de la condición divina de Jesucristo.
El Evangelio de Juan, Pbro. Luis Heriberto Rivas Lic. en Teología, Biblista
Ya los textos comienzan a acercarse cada vez más a la Semana fuerte de este tiempo. Igualmente podemos reflexionar y llevar estas actitudes de Jesús a nuestras vidas. Lo fuerte del texto es no quedarnos en lo burocrático digamos, sino en lo que realmente pasa. Sanó a un enfermo… pero fue en sábado…sanó a un enfermo, le devolvió la vida! este hombre además de perder 38 años, no podía valerse por si mismo para nada. Pensemos ¿en qué ámbitos de nuestras vidas estamos paralizados, hace tanto tiempo, que ya ni lo registramos? y digámosle a Jesús, Señor si quieres puedes sanarme! que ésta sea la pequeña jaculatoria que nos acompañe en este día, en esta semana… hagamos examen de conciencia, acerquémonos al Sacramento de la reconciliación…
Jesús, si quieres puedes sanarme… Levántate y camina !