Inmaculado Corazón de María

Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús, María y José

La cena del Señor

17 JUEVES SANTO (Morado)
Por la mañana: MISA CRISMAL (Blanco)
Lecturas: Is 61, 1-3a.6a.8b-9 | Sal 88, 21-22.25.27 | Ap 1, 4b-8
Evangelio según San Lucas 4, 16-21
Jesús fue a Nazaret, donde se había criado; el sábado entró como de costumbre en la sinagoga y se levantó
para hacer la lectura. Le presentaron el libro del profeta Isaías y, abriéndolo, encontró el pasaje donde estaba
escrito: “El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha consagrado por la unción. Él me envió a llevar la
Buena Noticia a los pobres, a anunciar la liberación a los cautivos y la vista a los ciegos, a dar la libertad a los
oprimidos y proclamar un año de gracia del Señor”. Jesús cerró el Libro, lo devolvió al ayudante y se sentó.
Todos en la sinagoga tenían los ojos fijos en él. Entonces comenzó a decirles: “Hoy se ha cumplido este pasaje
de la Escritura que acaban de oír”.

La Misa Crismal que el Obispo celebra con su presbiterio, y dentro de la cual consagra el santo Crisma y bendice los demás óleos, es una manifestación importante de comunión eclesial. Debe celebrarse en la iglesia catedral o, por razones pastorales, en otra iglesia más insigne. Dada la importancia de significar la unidad de la iglesia particular, todos los presbíteros, en cuanto sea posible, deben participar en la Misa Crismal y renovar sus promesas sacerdotales.

“El Alfa y la Omega, el que es, el que era y el que viene, el Todopoderoso” es Jesús. iniciando su homilía con un pasaje del libro del Apocalipsis, Francisco explica que la revelación “tiene como eje la carne, que sostiene la esperanza y el último libro de la Biblia narra esta esperanza”. “En Jesús – precisa – se abre el libro de la historia”.

Francisco señala a continuación que “también nosotros, sacerdotes, tenemos una historia: al renovar el Jueves Santo las promesas de la Ordenación, confesamos que sólo podemos leer esa historia desde Jesús de Nazaret”.

Queridos sacerdotes, cada uno de nosotros tiene una Palabra que cumplir. Cada uno de nosotros tiene con la Palabra de Dios una relación que viene desde lejos. Y la ponemos al servicio de todos sólo cuando la Biblia sigue siendo nuestro primer hogar. Dentro de ella, cada uno tiene páginas más queridas. ¡Esto es hermoso e importante! Ayudemos también a que otros encuentren las páginas de su vida: tal vez a los esposos, cuando eligen las lecturas de su matrimonio; o a quienes están de luto y buscan pasajes para encomendar el difunto a la misericordia de Dios y a la oración de la comunidad.

El aliento que sólo viene de Jesús, “que nos evangeliza, quien nos libera de nuestras prisiones, quien nos abre los ojos, quien aliviana la carga puesta sobre nuestros hombros. Y luego porque, al llamarnos a su misión y al insertarnos sacramentalmente en su vida, Él también libera a otros a través de nosotros”:  

Nuestro sacerdocio se convierte en un ministerio jubilar, como el suyo, sin sonar el cuerno ni la trompeta; en una entrega silenciosa, pero radical y gratuita. Es el Reino de Dios, ese que narran las parábolas, eficaz y discreto como la levadura, silencioso como la semilla. ¿Cuántas veces los pequeños lo han reconocido en nosotros? ¿Somos capaces de dar gracias? Papa Francisco a los Sacerdotes 17/04/25

POR LA TARDE TERMINA EL TIEMPO DE CUARESMA Y COMIENZA EL TRIDUO PASCUAL DE LA PASIÓN Y RESURRECCIÓN DEL SEÑOR Misa vespertina de la cena del Señor
Lecturas: Ex 12, 1-8.11-14 | Sal 115, 12-13.15-16bc.17-18 | 1 Cor 11, 23-26

Evangelio según San Juan 15, 1-15

Antes de la fiesta de Pascua, sabiendo Jesús que había llegado su hora de pasar de este mundo al Padre, él, que había amado a los suyos que quedaban en el mundo, los amó hasta el fin.

Durante la Cena, cuando el demonio ya había inspirado a Judas Iscariote, hijo de Simón con el propósito de entregarlo, sabiendo Jesús que el Padre había puesto todo en sus manos y que él había venido de Dios y volvía a Dios, se levantó de la mesa, se sacó el manto y tomando una toalla se la ató a la cintura. Luego echó agua en un recipiente y empezó a lavar los pies a los discípulos y a secárselos con la toalla que tenía en la cintura. Cuando se acercó a Simón Pedro, este le dijo: «¿Tú, Señor, me vas a lavar los pies a mí?». Jesús le respondió: «No puedes comprender ahora lo que estoy haciendo, pero después lo comprenderás». «No, le dijo Pedro, ¡tú jamás me lavarás los pies a mí!». Jesús le respondió: «Si yo no te lavo, no podrás compartir mi suerte». «Entonces, Señor, le dijo Simón Pedro, ¡no sólo los pies, sino también las manos y la cabeza!». Jesús le dijo: «El que se ha bañado no necesita lavarse más que los pies, porque está completamente limpio.

Ustedes también están limpios, aunque no todos». Él sabía quién lo iba a entregar, y por eso había dicho: «No todos ustedes están limpios». Después de haberles lavado los pies, se puso el manto, volvió a la mesa y les dijo: «¿Comprenden lo que acabo de hacer con ustedes? Ustedes me llaman Maestro y Señor; y tienen razón, porque lo soy. Si yo, que soy el Señor y el Maestro, les he lavado los pies, ustedes también deben lavarse los pies unos a otros. Les he dado el ejemplo, para que hagan lo mismo que yo hice con ustedes.»

Una de las paradojas del jueves santo es que, es verdad que ya nos adentramos en la pasión que va a ser pues mirar cara cara a la entrega al dolor a lo injusto, pero la puerta de entrada es una fiesta, la última cena, nunca deberíamos olvidar que es justo esto no es un momento de celebración.

Jesús se junta con los suyos, a compartir la Pascua, lleva a sus amigos, y en ese espacio como que va a tener lugar yo creo que varias de las declaraciones más profundas de confianza en ellos –haced esto en memoria mía – es decir de alguna manera lo que yo hago los invito a que seáis vosotros los portadores de esta misma forma de actuar, de ser, de vivir, de convertiros en una noticia y me fío de vosotros para hacerlo.

Claro, esto no es el brindis entusiasta de quien no es consciente de la realidad, sino que es sabiendo los pies de barro de estos discípulos, sabiendo que van a ser los que luego y todavía ahora lo van a negar, traicionar, abandonar y sin embargo confía en ellos para llevar adelante esta misión no? les va a decir en un momento determinado no son mis siervos, ustedes son mis amigos.

Creo que el corazón de esta fiesta es decir la comunidad que se reune al rededor de Jesus no es una comunidad de gente perfecta no es una comunidad de gente invulnerable, no es una comunidad gente con una virtud tal que como no van a ser dignos de sentarse en este banquete. No, es todo lo contrario, un grupo de gente que se conoce profundamente en sus luces y en sus sombras, en sus capacidades, y si me embargo que son depositarios de la confianza de todo un Dios, para que sean capaces de seguir adelante con su reino.

Ese ese es el motivo de la fiesta, es motivo la alegría y ese es el motivo que podamos decir que en la última escena, que tantas veces evocamos después en nuestras celebraciones, es una fiesta, un banquete al que estamos invitados, no porque seamos perfectos, sino porque siendo humanos Dios confía en nosotros.

José María Rodríguez Olaizola SJ

Inmaculado Corazón de María

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