Inmaculado Corazón de María

Misioneros de los Sagrados Corazones de Jesús, María y José

Desde antes, Yo soy

10 JUEVES Feria (Morado)
Lecturas: Gn 17, 1-9 | Sal 104, 4-9


Evangelio según San Juan 8, 51-59

«Les aseguro que el que es fiel a mi palabra, no morirá jamás».  Los judíos le dijeron: «Ahora sí estamos seguros de que estás endemoniado. Abraham murió, los profetas también, y tú dices: “El que es fiel a mi palabra, no morirá jamás”. ¿Acaso eres más grande que nuestro padre Abraham, el cual murió? Los profetas también murieron. ¿Quién pretendes ser tú?».

Jesús respondió: «Si yo me glorificara a mí mismo, mi gloria no valdría nada. Es mi Padre el que me glorifica, el mismo al que ustedes llaman “nuestro Dios”, y al que, sin embargo, no conocen. Yo lo conozco y si dijera: “No lo conozco”, sería, como ustedes, un mentiroso. Pero yo lo conozco y soy fiel a su palabra. Abraham, el padre de ustedes, se estremeció de gozo, esperando ver mi Día: lo vio y se llenó de alegría».

Los judíos le dijeron: «Todavía no tienes cincuenta años ¿y has visto a Abraham?». Jesús respondió: «Les aseguro que desde antes que naciera Abraham, Yo Soy». Entonces tomaron piedras para apedrearlo, pero Jesús se escondió y salió del Templo.

«La liturgia de hoy —puso inmediatamente de relieve Francisco— nos prepara para las fiestas pascuales con la reflexión sobre esa virtud tan dejada de lado, tan humilde, que es la esperanza». En el pasaje evangélico de Juan (8, 51-59), «Jesús habla de Abraham y dice a los doctores de la ley: “Vuestro padre Abraham se regocijó pensando en ver mi Día”».

«Hoy la Iglesia nos habla de la alegría de la esperanza», dijo el Papa. Precisamente «en la primera oración de la misa —recordó— hemos pedido a Dios la gracia de custodiar la esperanza de la Iglesia, para que no desfallezca». Además san Pablo, «hablando de nuestro padre Abraham, nos dice: “Creyó contra toda esperanza”». Y así, insistió Francisco, «cuando no hay esperanza humana, está esa virtud que te conduce hacia adelante, humilde, sencilla, pero que te da alegría, en algunas ocasiones una gran alegría, otras veces sólo la paz». Pero nunca disminuye «la seguridad», porque «esa esperanza no defrauda».

La esperanza, remarcó el Pontífice, es «esa virtud humilde, esa virtud que corre bajo el agua de la vida, pero que nos sostiene para no ahogarnos en medio de numerosas dificultades, para no perder ese deseo de encontrar a Dios, de encontrar ese rostro maravilloso que todos un día veremos». Y «hoy —dijo— es un bonito día para reflexionar sobre esto: el mismo Dios que llamó a Abraham y lo hizo salir de su tierra sin saber adónde tenía que ir, es el mismo Dios que va a la cruz para realizar la promesa que había hecho». Él, continuó el Papa, «es el mismo Dios que en la plenitud de los tiempos hace que esa promesa se haga realidad para todos nosotros». Y lo «que une ese primer momento con este último momento es el hilo de la esperanza». Así, lo «que une mi vida cristiana a nuestra vida cristiana, de un momento a otro, para ir siempre adelante —pecadores, pero adelante— es la esperanza». Y, también, «lo que nos da paz en los malos momentos, en los momentos más oscuros de la vida», es siempre «la esperanza».

La esperanza, en efecto, «no decepciona: está siempre allí, silenciosa, humilde, pero fuerte» concluyó Francisco. Y repitió una vez más «la oración de hoy, al inicio de la misa: “Señor, nuestra esperanza está en tus manos; custodia nuestra esperanza”».

Extraído de las Homilías del Papa Francisco

Inmaculado Corazón de María

Volver arriba